lunes, 15 de marzo de 2010
Edith Aaron, La Maga.



Pues resulta que La Maga existe, se llama Edith y nació en Francia, aunque después de la Segunda Guerra Mundial marchó a Argentina. Cortázar y ella tuvieron una relación intensa en los 50... En entrevitas, aparecen estas frases:
"Él me escribió diciéndome que había basado su personaje en mí, y nos pasaban, es verdad, cosas espontáneas como las de la novela”.
"Julio, influenciado por la corriente surrealista, creía que las casualidades eran importantes."
¿Cuanto de realidad habrá en Rayuela? Al fin y al cabo es una de las historias de amor más famosa de la literatura contemporánea.
viernes, 29 de enero de 2010
miércoles, 20 de enero de 2010

Claro, que cuando el cuento anterior se escucha en la voz de un experto radiofónico, gana mucho más.
http://www.rtve.es/mediateca/audios/20100120/carne-cruda-pop-19-enero-2010/672958.shtml
Aquí dejo el Podcast del programa. (19 de enero, minuto 32.05)
martes, 19 de enero de 2010
"Cuando era niño, todos los miedos me asaltaban de noche y no me dejaban conciliar el sueño. Pasé años sin poder dormir bien, de pesadilla en pesadilla, de terror en terror. Me daban miedo los marcianos de La guerra de los mundos, los zombis del Thriller de Michael Jackson, la Masa Devoradora, Freddy Krueguer, la niña del exorcista, la oscuridad del pasillo, el hombre del saco, la soledad de mi cuarto, el octavo pasajero y, por supuesto, el armario entreabierto. Cuando conseguía dormir era tapado hasta las cejas, aunque fuera verano. Las noches eran terribles para mí y lo peor era que había una por día.
Hasta que, en una ocasión, mi madre me dio un brebaje mágico, proveniente del pueblo de mi padre, donde pasábamos los veranos. Me dijo que tenía el poder mágico de ahuyentar los miedos por la noche. Aquello fue mano de santo y nunca más volví a pasar una noche con los ojos como platos, sudoroso y atemorizado, imaginándome un marciano devorador de niños esperando, detrás de la puerta, a que me durmiera.
Todas las noches, antes de dormir, tomaba mi cucharadita de la pócima. Y, si alguna vez tenía que dormir fuera de casa, le pedía a mi madre que me diera un puñado de aquellos polvos blancos que había que mezclar con agua justo antes de beberlos. Nunca viajaba sin mi pequeña cajita verde llena del ahuyentador de miedos. Sin ella me esperaba el insomnio miedoso o las pesadillas más pavorosas.
Después de muchos años lo descubrí: el brebaje no era sino agua con azúcar. Fue una idea brillante de mi madre para quitarme el miedo. Pero el hombre, y sobretodo yo, es un animal de costumbres. Ya no podía dormir sin mi ración de azúcar, que yo seguía creyendo con poderes mágicos.
Con la edad se fueron los miedos. Bueno, en realidad, no se fueron, cambiaron. Ya no era por culpa de extraterrestres o fantasmas, ya no era nocturno, pero el miedo no desapareció. Un día, aterrorizado ante la inminencia de un examen de trigonometría, me tomé una buena dosis del brebaje. El azúcar desató su efecto placebo, el miedo desapareció, llegó la calma y aprobé con nota. Aquello disparó mi adicción. Ante el menor atisbo de miedo una cucharadita de azúcar, a veces incluso sin disolver. Selectividad, una cucharadita, una cita, cucharadita, el seguro del coche, cucharadita, reivindicación salarial, cucharadita, paternidad, cucharadita, divorcio, cucharadita.
Y ahora esto. No se lo imaginan. Es terrible. Un miedo que no puedo combatir con mi poción mágica. Y lo que es peor: ya nunca más podré ahuyentar mis otros miedos con azúcar. Es terrible. La peor noticia que me podían dar. ¿Qué voy a hacer ahora si nunca aprendí a enfrentar mis miedos? El médico no entendió mi desesperación, no comprendía el alcance de lo que acababa de decirme. No se preocupe, me explicó, para su enfermedad hay medicación, no es tan malo ser diabético"
Cuentos Pop. Azucar Placebo. Federico Moltalbán Lopez.
lunes, 11 de enero de 2010

Rosa Montero
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