viernes, 30 de enero de 2009


"Hay luz en la casa del fabricante de alas de mariposa. Ahora está eligiendo algunos colores que hagan juego con tu cara"
El niño guasano

jueves, 29 de enero de 2009

Piedra en el Camino

Y la piedra dice. Habla, aun en el silencio. El cuerpo firme de la roca se expresa mediante símbolos. Y transmite fuerzas sutiles. Dignidad, misterio y potencias veladas burbujean en la piedra. Pero para la conciencia moderna la piedra sólo es despojo, o riqueza a explotar. Para el habitante urbano, de ella no dimana ninguna potencia sutil y ancestral. Las piedras se encierran así en su propia dureza. No son lenguaje, integración, comunicación entre un ser que dice y otro que escucha.

El piloto y las potencias naturales

Todos hemos conocido esa impotencia de transmitir nuestras impresiones, cuando, luego de la tempestad, de vuelta al redil, en el pequeño restaurante de Toulouse, bajo la protección de la criada, renunciábamos a relatar el infierno. Nuestro relato, nuestros gestos, nuestras grandes palabras habrían hecho sonreír a nuestros camaradas como fanfarronerías infantiles. No es casualidad. El ciclón del que hablaré fue realmente la experiencia más impresionante en su brutalidad, por la que he pasado; y sin embargo, más allá de cierta medida, ya no sé describir la violencia de los remolinos sino multiplicando superlativos que no añaden nada más que una molesta sensación de exageración.
He comprendido lentamente la razón de esta impotencia: se quiere describir un drama que no ha existido. Si se cae en la evocación del horror, es que el horror ha sido inventado luego, al revivir los recuerdos. El horror no se muestra en la realidad.


Saint Exupéry

Problemas de geografia personal

Nunca sé despedirme de ti,
siempre me quedo con el frío de alguna palabra que no he dicho,
con un malentendido que temer,
ese hueco de torpe inexistencia que a veces,
gota a gota,
se convierte en desesperación.
Nunca se despedirme de ti,
porque no soy el viajero que cruza por la gente,
el que va de aeropuerto en aeropuerto o el que mira los coches,
en dirección contraria,
corriendo a la ciudad en la que acabas de quedarte.
Nunca sé despedirme,
porque soy un ciego que tantea por el túnel de tu mano y tus labios cuando dicen adiós,
un ciego que tropieza con los malentendidos y con esas palabras que no saben pronunciar.
Extrañado de amor,
nunca puedo alejarme de todo lo que eres.
En un hueco de torpe inexistencia,
me voy de mí camino a la nada.

Luis Garcia Montero
-ardió después el trigo constelado
por flores rojas como quemaduras-
Neruda.